Las aventuras de Tintín En vísperas de la Segunda Guerra Mundial (1934-1940)
El Loto Azul, publicado por entregas entre diciembre de 1932 y febrero de 1934, marca un punto de
inflexión en la historia de la serie. La crítica coincide en que se trata de la
primera obra maestra de Hergé, y algunos autores lo consideran el mejor de
todos los álbumes de Tintín (Farr, 2002, p. 51). Gracias a la colaboración que le prestó un
estudiante chino, Zhang Chongren, el álbum está minuciosamente
documentado, y se lleva a cabo con el propósito explícito de desterrar los
absurdos tópicos occidentales acerca de China. Además, El Loto Azul destaca
por su denuncia del racismo y del colonialismo, y por su abierta crítica a la intervención japonesa
en China, un asunto candente
en el momento de su publicación.
La madurez
creativa alcanzada por la serie después de El Loto Azul se
muestra en todo su esplendor en los años siguientes, que coincidieron con las
tensiones prebélicas en Europa. Durante esta etapa, Hergé realizó otros tres
álbumes, hoy considerados clásicos: La oreja rota, La isla negra y El cetro de Ottokar. Un cuarto, Tintín
en el país del oro negro, quedaría interrumpido al producirse en 1940 la invasión
alemana de Bélgica, y solo se retomaría varios años después.
La oreja
rota se publicó
en Le Petit Vingtième entre diciembre de 1935 y febrero de
1937. El álbum marca el inicio de la fascinación de Hergé por Iberoamérica, que luego habría de retomar como
escenario en aventuras posteriores. El desencadenante de la trama es el robo en
el Museo Etnográfico de un fetiche arumbaya (una etnia amerindia inventada por Hergé), en pos del
cual Tintín se desplaza al imaginario país de San Theodoros. La ambientación
está inspirada en un conflicto entonces de actualidad: la Guerra del Chaco, que entre 1932 y 1935 enfrentó a Bolivia y Paraguay por el control del Chaco Boreal. Hergé disfrazó los nombres,
convirtiendo a Bolivia en San Theodoros y a la sede del Gobierno, La Paz, en Las Dopicos; Paraguay aparece como Nuevo Rico, y Asunción, su capital, como Sanfación (Farr, 2002, p. 62). El álbum es el primero en que Hergé utiliza
países imaginarios como escenario de la acción, y en él aparecen por primera
vez destacados personajes de la serie, como el general Alcázar.
En La isla negra, que empezó a publicarse en abril de
1937, la acción se traslada a Escocia. En una época en que las tensiones
prebélicas debidas al expansionismo de Hitler eran más que evidentes, Hergé
firmó una historia de espionaje en la que el principal villano era un alemán,
el doctor Müller. Aunque las primeras ediciones del álbum contenían numerosos
errores de ambientación, se solucionarían años después cuando se hiciera la
edición para el mercado británico, en 1965, en gran parte gracias a la
colaboración de Bob De Moor. Es el único de los álbumes de Tintín
del que existen tres ediciones: la primera, en blanco y negro, aparecida en
1938; una segunda en color, en 1943, durante la ocupación alemana; y la tercera
y definitiva en 1965.
El siguiente
álbum fue El cetro de Ottokar. El argumento del libro, en que aparece
una dictadura expansionista (Borduria) que quiere anexionarse mediante
intrigas una pequeña monarquía limítrofe (Syldavia), tiene analogías evidentes con
el Anschluss alemán de Austria (1937), y con la posterior
incorporación de Checoslovaquia al Reich (1938). Estas analogías, además,
quedan aún más de manifiesto cuando se lee el nombre del dictador bordurio:
Müsstler, una evidente amalgama de los nombres de Benito Mussolini y Adolf Hitler. Sobre todo desde su reelaboración para
la edición en color, en 1947, El cetro de Ottokar destaca por
su cuidadosa ambientación, a la que no fue ajeno Edgar Pierre Jacobs (en
agradecimiento, Hergé lo retrató como oficial sildavo en la página 59 de la
edición en color del álbum) (Farr, 2002, p. 87) Hergé dotó a Syldavia, un país imaginario que
volvería a ser escenario de otras aventuras de Tintín en el futuro, de todos
los atributos de un verdadero estado: inventó su historia —que se resume en un
folleto turístico que lee Tintín en las páginas 19 a 21 del álbum—, su
folclore, el complicado aparato ceremonial de su corte, e incluso su idioma,
el syldavo, que, aunque suena exótico, no es otra
cosa que una mezcla de neerlandés y dialecto bruselense (Farr, 2002, p. 86). El cetro de Ottokar destaca
también por la aparición del más destacado personaje femenino (de hecho, el
único de verdadera relevancia) de Las aventuras de Tintín: la
cantante de ópera Bianca Castafiore.
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