Las aventuras de Tintín La aventura
Las primeras
historias carecían de un guion sólidamente construido. Se limitaban a narrar
una sucesión de gags y peripecias. Como se publicaban
por entregas, era importante mantener siempre el suspense al final de cada número:
Exactamente,
hasta ahí [El Loto Azul], las aventuras de Tintín (al igual que las de
Totor) formaban una serie de gags y de suspenses,
pero no había nada construido, no había nada premeditado. Yo mismo salía a la
aventura, sin ningún guion, sin ningún plan: era, realmente, un trabajo
semanal. Yo ni tan sólo lo consideraba como un verdadero trabajo, sino como un
juego, una broma... Oiga, Le Petit Vingtième salía el
miércoles por la tarde y muchas veces me había ocurrido que el miércoles por la
mañana todavía no sabía cómo sacar del embrollo en el cual yo había metido a
Tintín la semana anterior (Sadoul, 1986, p. 36).
Después
de El Loto Azul, en cambio, los álbumes tienen una estructura
narrativa mucho más definida (aunque sin renunciar a los gags, y
manteniendo el elemento de suspense al final de cada entrega). Esta estructura
narrativa, coincidente con la de las novelas
de aventuras clásicas,
la proporciona principalmente el esquema del viaje. Hay viajes en todos los álbumes,
excepto en dos (Las
joyas de la Castafiore y
el inacabado Tintín
y el Arte-Alfa). En
los libros de lo que puede considerarse el período clásico de la serie (los
escritos inmediatamente antes y durante la Segunda
Guerra Mundial), el
desencadenante de la aventura es a menudo el hallazgo fortuito de un objeto,
símbolo de un misterio que el protagonista debe resolver.
Un ejemplo paradigmático son los tres pergaminos de El
secreto del Unicornio,
que llegan al protagonista gracias a una serie de casualidades. Otras veces se
trata de la pérdida de un objeto que es necesario recuperar (el fetiche arumbaya robado en La oreja
rota, por ejemplo).
En casi todas las aventuras de la serie aparece un objeto que tiene un papel
esencial en la trama (y que en ocasiones da nombre a los álbumes, como ocurre
en El
cetro de Ottokar).
En una de sus obras más atípicas, el autor se burla, en cierto modo, de este
recurso suyo tan habitual: en Las
joyas de la Castafiore,
la desaparición de las joyas no es un verdadero misterio.
En sus
primeras aventuras, Tintín viaja solo, acompañado únicamente por Milú, aunque
cuenta con eventuales compañeros de viaje. La primera aventura verdaderamente
colectiva es La
estrella misteriosa,
en la que el reportero forma parte de una expedición científica que parte en
busca de un meteorito. Desde El
secreto del Unicornio,
se hace habitual que en todos los viajes participe lo que podría considerarse
la "familia" más próxima de Tintín: Haddock, Hernández y Fernández y
el profesor Tornasol. Las interacciones entre estos personajes, a menudo de
carácter cómico, enriquecen considerablemente la narración.[cita requerida]
La
importancia del viaje vincula la serie con obras clásicas de la literatura
juvenil, como las
de Julio Verne (a quien, a pesar de las evidentes
coincidencias, especialmente en la aventura lunar de Tintín, Hergé aseguraba no
haber leído) y Robert
Louis Stevenson (es
obvia la influencia de La isla del tesoro en la historia de piratas de El
secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo).
Las tramas
de algunos álbumes tienen elementos propios de la novela
policiaca (en
relación con el argumento de Las
joyas de la Castafiore se
ha citado a Agatha
Christie y a Alfred
Hitchcock). Los gags visuales recuerdan al humor slapstick del cine
cómico mudo; de hecho,
en la apariencia de algunos personajes (especialmente Hernández y Fernández),
hay ciertos ecos de grandes actores de esta época, como Charles
Chaplin.
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