miércoles, 25 de agosto de 2021

Las aventuras de Tintín La aventura

 Las aventuras de Tintín La aventura

Las primeras historias carecían de un guion sólidamente construido. Se limitaban a narrar una sucesión de gags y peripecias. Como se publicaban por entregas, era importante mantener siempre el suspense al final de cada número:

Exactamente, hasta ahí [El Loto Azul], las aventuras de Tintín (al igual que las de Totor) formaban una serie de gags y de suspenses, pero no había nada construido, no había nada premeditado. Yo mismo salía a la aventura, sin ningún guion, sin ningún plan: era, realmente, un trabajo semanal. Yo ni tan sólo lo consideraba como un verdadero trabajo, sino como un juego, una broma... Oiga, Le Petit Vingtième salía el miércoles por la tarde y muchas veces me había ocurrido que el miércoles por la mañana todavía no sabía cómo sacar del embrollo en el cual yo había metido a Tintín la semana anterior (Sadoul, 1986, p. 36).

Después de El Loto Azul, en cambio, los álbumes tienen una estructura narrativa mucho más definida (aunque sin renunciar a los gags, y manteniendo el elemento de suspense al final de cada entrega). Esta estructura narrativa, coincidente con la de las novelas de aventuras clásicas, la proporciona principalmente el esquema del viaje. Hay viajes en todos los álbumes, excepto en dos (Las joyas de la Castafiore y el inacabado Tintín y el Arte-Alfa). En los libros de lo que puede considerarse el período clásico de la serie (los escritos inmediatamente antes y durante la Segunda Guerra Mundial), el desencadenante de la aventura es a menudo el hallazgo fortuito de un objeto, símbolo de un misterio que el protagonista debe resolver. Un ejemplo paradigmático son los tres pergaminos de El secreto del Unicornio, que llegan al protagonista gracias a una serie de casualidades. Otras veces se trata de la pérdida de un objeto que es necesario recuperar (el fetiche arumbaya robado en La oreja rota, por ejemplo). En casi todas las aventuras de la serie aparece un objeto que tiene un papel esencial en la trama (y que en ocasiones da nombre a los álbumes, como ocurre en El cetro de Ottokar). En una de sus obras más atípicas, el autor se burla, en cierto modo, de este recurso suyo tan habitual: en Las joyas de la Castafiore, la desaparición de las joyas no es un verdadero misterio.

En sus primeras aventuras, Tintín viaja solo, acompañado únicamente por Milú, aunque cuenta con eventuales compañeros de viaje. La primera aventura verdaderamente colectiva es La estrella misteriosa, en la que el reportero forma parte de una expedición científica que parte en busca de un meteorito. Desde El secreto del Unicornio, se hace habitual que en todos los viajes participe lo que podría considerarse la "familia" más próxima de Tintín: Haddock, Hernández y Fernández y el profesor Tornasol. Las interacciones entre estos personajes, a menudo de carácter cómico, enriquecen considerablemente la narración.[cita requerida]

La importancia del viaje vincula la serie con obras clásicas de la literatura juvenil, como las de Julio Verne (a quien, a pesar de las evidentes coincidencias, especialmente en la aventura lunar de Tintín, Hergé aseguraba no haber leído)​ y Robert Louis Stevenson (es obvia la influencia de La isla del tesoro en la historia de piratas de El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo).​

Las tramas de algunos álbumes tienen elementos propios de la novela policiaca (en relación con el argumento de Las joyas de la Castafiore se ha citado a Agatha Christie y a Alfred Hitchcock). Los gags visuales recuerdan al humor slapstick del cine cómico mudo;​ de hecho, en la apariencia de algunos personajes (especialmente Hernández y Fernández), hay ciertos ecos de grandes actores de esta época, como Charles Chaplin

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